
Queríamos ir los cuatro, pero el niño mayor tenía que estudiar; también queríamos ir en bicicleta, pero la pequeña prefería caminar ... vamos, que no acertábamos una. Llegamos a un acuerdo: nos iríamos al Peral con el coche y, una vez allí, haríamos una ruta de poco menos de 4 km hasta las Aguas.
La cuestión es que al salir de casa brillaba el sol pero había nubarrones que no presagiaban nada bueno, y como tenemos la negra, no llevábamos caminando ni 10 minutos cuando comenzó a chispear; claro, tuvimos que aligerar el paso pues si se ponía a llover con fuerza no teníamos dónde cobijarnos. Al llegar de vuelta al Peral nos encontramos que había unos burritos y unos que caballos que hicieron las delicias de Lucía, la cual pudo incluso darse un paseíto por los alrededores. La verdad es que pasamos una tarde estupenda e hicimos unas fotos muy bonitas, aprovechando que ahora el campo está en todo su esplendor.


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